Ya hemos hablado en otras ocasiones de la importancia que implica el juego en el desarrollo de cualquier niño. A través del juego, el niño aprende a relacionarse y entrena habilidades para la vida. El juego se configura como el gran motor del aprendizaje y el desarrollo, con la motivación como combustible. Es uno de los grandes hitos evolutivos que el niño debe alcanzar al igual que caminar o comenzar a hablar.
Sin embargo, en el caso de los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA), esta habilidad en muchas ocasiones debe ser entrenada de forma explícita. Esto es, por una parte, debido a un déficit en las competencias sociales y de imitación, ya que habitualmente el niño con TEA tiene dificultades para alcanzar el nivel de imitación necesario, que le permita establecer una relación de juego funcional; y por otra parte, debido a un fallo en el sentido de la actividad, lo cual genera, en muchas ocasiones, un predominio de conductas repetitivas y estereotipadas, sin un propósito claro (girar la ruedas de los coches, colocar los materiales de juego en filas, etc.), como si se tratase de una mera búsqueda de placer sensorial.
Es por ello, que consideramos fundamental que la familia entienda que para conseguir penetrar esa barrera y poder comenzar a entrenar y desarrollar habilidades de juego en los niños con TEA, el primer paso debe ser generar situaciones emocionalmente positivas y que generen un gran impacto para el niño. Tan solo debemos disfrutar con él, de lo que a él le gusta, y no insistir en enseñarle algo que probablemente en un principio, ni tan siquiera le interese. Y para ello, es fundamental conocer qué es lo que le interesa, le motiva, qué capta su atención y le produce fascinación y, a partir de ahí, iniciar una vía de comunicación para compartir con él esas situaciones y así, ir estableciendo las bases de la interacción con el niño. A partir de ese momento, será más sencillo avanzar en las habilidades de juego paso a paso. Y dependiendo siempre del momento evolutivo y de las capacidades del niño, deberemos de seguir la secuencia evolutiva en el desarrollo del juego.
Algunos juegos y juguetes para niños con autismo podrían ser:
- Juegos circulares de interacción: Se trata de realizar acciones repetitivas y agradables para el niño, haciendo que la repetición sea contingente a gestos anticipatorios, ayudando así a establecer las bases de la comunicación. . Para favorecer las competencias de interacción se recomienda realizar varios ensayos para que el niño aprenda la dinámica del juego y, a partir de ahí, se debe realizar pequeños cortes, demorando la continuación de la actividad (espera estructurada), a la espera de que el pequeño realice una conducta comunicativa (mirarnos, moverse, vocalizar…) para poder continuar.
Estos juegos pueden ser: centrados en el cuerpo del niño (por ejemplo, juego de cucú-tras; juego de la hormiguita que sube hasta la axila acompañando con la canción; al paso al trote y al galope; a la de 1-a la de 2 y a la de… “3” y cosquillas; cantar una canción que le guste y detener de vez en cuando; a la sillita de la reina; juegos de pilla-pilla; giros, volteretas, columpio, hamaca, balancear o botar sobre pelotas, etc. ), o en objetos (pompas de jabón, molinillos de viento, peonzas luminosas y sonoras, matasuegras, trompetas o silbatos, globos, rampa de coches, juguetes de cuerda, bloques formando torre y haciéndola caer, pelotas, etc. Aquí las acciones con objetos pasan a un segundo plano y la función social es la protagonista del juego.
- Juegos de imitación- contraimitación: se trata de imitar las acciones del niño con el fin de captar su atención y que se percate de que sus acciones tienen un impacto en la conducta del adulto. Cuando esto ocurra, el adulto introducirá progresivamente alguna acción nueva, para que el niño la imite.
- Juego funcional con juguetes: para comenzar a desarrollar el juego funcional, debemos comenzar por los juguetes que ya conoce y que, a lo mejor, sólo ha accionado hasta ahora el adulto (por ejemplo, hacer soplar las pompas de jabón, tirar el coche por la rampa de coches, soplar el matasuegras, etc.), y más adelante introducir juegos y juguetes nuevos, los llamados juguetes de causa-efecto. Los juguetes de causa-efecto son todos aquellos que permiten aprender a relacionar una acción con un resultado, favoreciendo la anticipación. Crean un efecto observable fácilmente para el niño cuando lo utiliza. Ejemplo de estos juegos son: pianos, mesas de actividades interactivas, rampa de coches, torre de bolas, instrumentos musicales, libros interactivos, etc. Se recomienda que sean de fácil activación para que el niño pueda activarlo de forma autónoma.
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