El boca en boca comenzó a funcionar a la perfección y entonces se produjo el fenómeno: una película un tanto vieja se posiciona como la más vista en un abrir y cerrar de ojos. Las causas de esto pueden ser diversas y seguramente sea otra de las consecuencias de los tiempos de aislamiento social que estamos viviendo.
Algunos argentinos ya la habían visto en su paso por la pantalla grande, pero la llegada a Netflix permitió que fuera una opción para ver en familia. Porque Wonder es un film para ver todos juntos, reflexionar, y que cada uno exprese qué sintió al ver la vida de este niño.
La historia de este film (basada en el best seller de la estadounidense de ascendencia colombiana Raquel Jaramillo Palacio) se centra en la vida de August “Auggie” Pullman (Jacob Tremblay) un niño que sufre del síndrome “Treacher-Collins” que consiste en una deformidad craneofacial. El pequeño comparte sus días con sus padres Isabel (Julia Roberts, siempre perfecta en sus roles de madre) y Nate (Owen Wilson) y también su hermana mayor Olivia (Izabela Vidovic).
Auggie toma clases en su casa junto a su madre pero un día deciden, entre todos, que el niño debe salir al mundo y comenzar a intercambiar su vida escolar en una institución. Así, con un casco de astronauta (que utiliza para no enfrentar la mirada ajena constante que se queda fija en su rostro), se dirige a su primer día en el colegio. Con este planteo, la película hace un recorte sobre la vida de este chico con este conflicto pero que puede extenderse a cualquier caso de bullying que hayamos experimentado.
Wonder es una ficción para ver con pañuelos al lado, pero tiene la habilidad de no caer en constantes golpes bajos. Emociona y sensibiliza. Es una película que invita a reflexionar, a reencontrarnos con la crueldad con la que algunos niños conviven, y a pensar qué es ser “normal”. Es un poema por donde se lo mire, porque cada uno de los protagonistas tienen su drama interior: una mamá que relegó su tesis para ayudar a su hijo, un marido que recurre al humor para minimizar el dolor, y una hija adolescente que adora a su hermano pero que también necesita que sus padres que la escuchen y la acompañen.
De esta manera todo el grupo familiar se ve modificado por esta circunstancia que sufre Auggie y encuentra en el rol de la mamá el eje central de sostén que no muestra debilidades, salvo cuando se emociona por los “pequeños-grandes” logros de su hijo. La necesidad de formar parte de un grupo y pertenecer al mundo de los “aceptados” sin más, se convierte el eje del film que mezcla el mundo que el niño imagina en su mente y el real al que debe enfrentar.
Es una película que te atraviesa, se mete en las entrañas y en las fibras más importantes del alma, que a veces no queremos ver porque nos hacen daño o porque nos recuerdan momentos de dolor que aun adultos no hemos superado. Y a pesar de que no todos hayamos sufrido la experiencia de vida de Auggie, llena de discriminación, miedos e inseguridades, seguramente conozcamos algún caso cercano de alguien que lo haya vivido.
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